Me platicaba el como presumía a su novia, lo inteligente que es, todas las virtudes, la describía guapa, con estilo, talentosa, de mundo –el perfil de una novia perfecta-. La manera en que utilizaba sus técnicas de piano y artes plásticas para dar masajes corporales de manera tal como nadie antes lo había logrado.

Era el chisme de cómo fue capaz de ponerle condiciones a su novia perfecta para que cumpliera caprichos enfermizos, el chisme de cómo y que bueno que le habían mandado a volar; no se la merecía.

Recordaba aquella niña, simple, inteligente, bonita y con carisma; recordaba el como aquella niña se desvivía por su amor y hacia todo por complacerle. Recordaba el como esa pareja dispareja, tan jóvenes. Recordaba mi adolescencia y pensaba, yo nunca tuve a nadie que me quisiera así a esa edad y el como desee tener un primer amor así para amarle y dedicarle una vida aunque solo fuera durante la escuela.

Le veía platicarme esas historias donde la mitad de la relación son los perfiles que todos buscamos en nuestra pareja. Me interese tanto verla platicármelo que me perdí en mis pensamientos al sentirme hechizada con sus gestos, sus labios moverse, sus ojos brillar. Le veía a Ella hermosa y perfecta; imaginaba alguien como Ella en esas historias y me parecía tan absurdo las reacciones de estas personas incapaces de amar, incapaces de ver lo que tienen y apreciar y rechazando la felicidad.


- ¿Qué piensas?
- Que te quiero