martes, junio 02, 2009

No se cuantas veces tengo que quemarme para darme cuenta que la sartén esta caliente.
Pero finalmente puedo decir que estoy libre de todo tipo de remordimientos y eso me da la plena dicha de vivir mirando al mundo a los ojos.

He podido soltar el ancla que tanto me aferraba a llevar conmigo, cuya naturaleza por su peso quería estar en el fondo.

Al ancla le gusta estar ahí, sedentario e inmóvil en el fondo del mar, donde el mundo es pacifico y bello (y por demas oscuro). Pececitos van y pececitos vienen, todos maravillosos llenos de colores brillantes, moviendo sus aletas y seduciéndole como si fuesen florecitas bailarinas entre burbujas de agua salada; al ancla le gusta esa vida, donde sueña con ser una sirena y nadar libremente con y como las demás especies, conocer otros mares y pasear por arrecifes que parecieran mundos mágicos.

De ves en ves se topa con algunos pececillos curiosos deslumbrados por sus bellos destellos en oro y plata, pues es un ancla tan bella como una joya perdida en lo profundo; esos pececillos que se detienen le platican historias fantásticas de lo que existe mas haya del horizonte - su horizonte- azul profundo, El ancla demuestra su interés en poder vivir esas aventuras de las cuales siempre se ha privado. Estos pececillos toman al ancla con todas sus fuerzas para nadar lejos y llevársela consigo, para que experimente de todo lo que se ha perdido. Las intenciones siempre son buenas y sanas, puesto que estos pececillos solo quieren compartir su dicha, pero lo que no saben es que el ancla es pesada y por ser esta su naturaleza los lleva consigo hacia abajo. Las fuerzas de los pececillos se acaban y por más energía que tengan terminan por desgastarse. Es frustrante para los pobres pececillos pues no saben cómo hacerle ante tal problemática, ellos tan llenos de ganas y energías; pero se dan cuenta que no son las suficientes para poder siquiera levantar al ancla, estancada y oxidada que se aferra a estar sedentaria y sola ahí en el fondo del mar.

Si tan solo el ancla pusiera de su parte, solo un poquito por intentar nadar, moverse o hacer algo por ella misma. Pero no puede, el ancla sabe que es ancla y solo conoce su destino en el fondo del mar, oscuro, frio e inmóvil por toda la eternidad oxidándose y pudriéndose, mientras ve el mar nadar ante sus ojos y dejando mareas pasar ante su vida, como los peces que la visitan, deseando ser siempre esa sirena que alguna vez soñó que nadaría libremente como cualquier otra especie en el mar.

Muchos pececillos murieron en el intento, los mas afortunados e inteligentes se dan cuenta que el ancla solo será ancla mientras así quiera serlo y afortunados los que se retiraron en tiempo a buscar sus propios otros horizontes, peces más, peces menos, pero el ancla seguirá siendo ancla no importa si de oro o de plata siempre terminara por oxidarse.


Yo me encontré con esta fabula hace ya algún tiempo y que por mi lenta lectura me tomo 6 años terminar de leerlo. Hoy que ya la he leído me doy cuenta que a veces no es necesario llegar al final para enterarte si es una buena o mala historia. En este cuento, hay mas personajes y como en todas las fabulas, muchas criaturas parlantes, pero lo mas interesante e importante de todas las fabulas, es siempre, la moraleja. Esas líneas en las fabulas cargadas de una moral muy blanca que te ponen a hacer pensar en la historia y de cómo, si fueras muy fantasioso encajarían en tu vida según tu perspectiva, por eso, aquí viene la moraleja.

La moraleja es:
“Colorín colorado, esta FABULA, no ha terminado (y ahora si esta disponible)”

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